Hubo un tiempo en que la justicia española persiguió crímenes por el mundo. Chile, Argentina... nos encantaba ir de superhéroes, de hacer lo que aquellos países no habían podido porque tenían sus propias leyes de punto final o porque la situación política aconsejaba no remover demasiado la mierda. Chocaba que no nos mirásemos el ombligo, que fuésemos dando lecciones por el mundo y dejáramos a un lado nuestro pasado, que era casi igual de turbio.
Hace unos meses, Baltasar Garzón se decidió investigar los crímenes del franquismo. Ahora puede ser inhabilitado porque quebrantaba una ley en vigor que sostenía que era mejor dejar estar las cosas como estaban. No nos importaron esas leyes cuando se nos llenaba la boca con la justicia universal. Ahora sí nos importan, y somos el hazmerreír del resto del Mundo. Las lecciones que dábamos nos han estallado en la cara.
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