lunes, 10 de febrero de 2014

Paragüistas

La Operación Pokemon ha demostrado algo que ya sabíamos: en este país nadie es responsable de nada. Para comprobarlo no hacía falta chaparse y publicar el sumario judicial, como han hecho los periodistas Miguel Olarte y José Manuel Freire, y ver que ningún implicado se da por aludido: bastaba con salir a las calles de Pontevedra esta semana. Porque llevar paraguas implica una enorme responsabilidad y aquí nadie parece entenderlo.
Yo no uso paraguas en lo que quizás piensen ustedes que es un acto de chulería (el pelo húmedo, el efecto mojado y esas cosas). La realidad es que no me gusta ir con el brazo en alto, cuando lo lógico es bracear como bracea Andy García en todas sus películas: de lado a lado. Me mojo a veces, es cierto, pero me ahorro un montón de disgustos y de dinero. El martes, por ejemplo, en el camino de mi casa al periódico pude ver una decena de paraguas rendidos y destrozados. No los había tumbado Tyson, sino Petra. Tyson lanzaba uppercuts, y Petra, la ciclogénesis, bofetadas en la cara en forma de rafagazos de agua y viento. Esta semana quedó claro que en un combate ganaría Petra: cada pocos metros se podía ver a algún vecino peleando con su paraguas como si estuviese montando un mueble de Ikea. Al final, claro, le sobraban piezas. Y no compensa, porque el resultado es que los cuatro hierros mal puestos que aún se tienen en pie acaban en una papelera o, directamente, en el suelo. Malo para el modelo de ciudad, creo yo. Porque, para empezar, la lluvia no es arte. Quien lo dijo era un poeta melancólico y lírico, por no llamarle directamente mentiroso, y no se paró a pensar en la poca gracia que hace no haber disfrutado aún, tres meses después, de la peatonalización de Benito Corbal a pleno sol. No hay derecho. (...)

http://diariodepontevedra.galiciae.com/nova/309222-paragistas

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