viernes, 20 de agosto de 2010

E-book

Ayer tuve un e-book entre las manos. Lo miré como se mira a los enemigos: con ganas de gresca. Luego me fijé en el tipo de letra, bonito, similar al de los libros tradicionales; después, dejé a un lado los prejuicios y empecé a pensar en las utilidades: espacio, comodidad... Por primera vez en mi cruzada anti ejemplares electrónicos, consideré seriamente la posibilidade de que quizás, quien sabe, posiblemente, en el futuro tendría un e-book como aquel que estaba manoseando. Fue un fogonazo, un momento, un flash, pero existió. Lo deseché enseguida: la imagen de mí mismo sentado en el sofá mirando la librería vacía, únicamente adornada con una pequeña pantalla digital, me pareció descorazonadora. Ponerse a cambiar a estas alturas, con tanto dinero invertido en clásicos de papel, sería igual que renegar de uno mismo, del placer, único, que da pasar la mano por las hojas y sentir ese viejo olor a tinta.

2 comentarios:

  1. Éche coma todo, ho!: comer carne non implica renegar do peixe, e os e-books non teñen por que implicar a desaparición dos libros de papel. Eu penso que hai sitio para todo.

    Ademais, nas estanterías pódense colocar botellas de contido diverso, marcos con fotos dos parentes e incluso libros de mentira, deses de só aparentar, coma os que hai nas moblerías.

    ResponderEliminar
  2. Iso comentaba un amigo meu. Poderiamos comprar libros electrónicos e colocar na estantería os títulos en cartón pedra. Non sei, supoño que acabarei claudicando, pero a min gústame tocar o papel, pasar a man polas páxinas... quen sabe

    ResponderEliminar