jueves, 9 de junio de 2011

El viejo pabellón

Mi primer día de entrenamiento en el viejo pabellón de Ribadeo fue un viernes. Yo vestía una camiseta de propaganda y un bañador. Tenía 13 años. Daba vueltas por el vestuario, haciendo tiempo, buscando excusas para no salir. David Miró me vio y se dio cuenta: “¿Qué cojones haces que no sales a entrenar?”. Y allí me fui, a aporrear el tablero a pedradas. Nadie me habló entonces de una de las primeras cosas que te enseñaban cuando empezabas a jugar en Ribadeo: el parqué del pabellón. “¿No notas nada raro? Las tablillas están puestas de canto”. Y sí, lo estaban. Así el suelo se podía pulir las veces que fuera necesario.

Pero ese parqué ya no se pulirá más. La reforma prevista implica echarlo todo abajo y levantar un polideportivo nuevo. Significa derribar el lugar donde está escrita la historia del baloncesto ribadense. Allí donde Tito Díaz dirigía una orquesta con un balón como batuta, donde Vila acribillaba el aro a triples los días que había partido (y los que no, como Petrovic en Sibenik), donde Docobo se peleaba hasta con su sombra en busca de un rebote y donde Paco bailaba ballet, un reverso por aquí, una finta por allá, un nuevo reverso, no te pierdas que aún me queda una finta más, falta personal y vale la canasta.

Fue en ese pabellón, claro, donde Paco dio un clinic que aún recuerdo. Habían pasado ya los tiempos de gloria, de las gradas abarrotadas en Segunda Nacional. Jugábamos contra el filial del Viveiro y el partido anterior había sido bastante desastroso para él. Había metido un punto, lo ponía muy claro en La Comarca. Así que aquella mañana, repartiendo el pan, se lo habían recordado más de una vez. “¿Qué, Paco? Un punto nada más, ¿eh?”. Motivación de choque le llaman a eso. Llegaron los de Viveiro y las vieron de todos los colores. Al poste bajo, desde el triple, con dos tipos encima y hasta un contraataque en el que estaba de palomero y esperó al defensor para poder sacarle canasta y tiro adicional. 30 puntos sin fallo. Ganamos, porque aquel año ganamos mucho, y conseguimos ascender.

Autonómica fue otra historia. Si la temporada anterior nos habíamos cansado de ganar, aquel año nos cansamos de perder. Comimos el turrón de Navidad sin habernos estrenado y para Reyes algunos teníamos demasiada tensión acumulada. El primer partido después de las fiestas recibimos a As Pontes. Llegamos a la última posesión empatados. Trigo dibujó una jugada en la pizarra y apostó por el Pacosistema, por un balones a Will versión ribadense. Una salida de manual, porque Paco metió un triple en el último segundo, como en las películas. Fue el único día en que lloré en un campo de baloncesto. La tensión, ya digo. Me abracé a José María, el presidente, y se me cayó una lagrimilla de emoción. Si esto no fuera un cuento real, diría que la gota llegó al parqué, y así todo sería mucho más melodramático. Pero quién lo puede decir. Había mucho sudor de por medio. Porque allí, en el viejo pabellón, algunos nos hicimos personas, y mientras eso ocurría, mientras Manolo el del Ribanzo nos enseñaba a ganar, a perder, a comportarnos y a ser adultos, sudamos la gota gorda. Por un balón, por un rebote, por una canasta, por una defensa. Por qué sé yo.

En el sitio del viejo pabellón se levantará otro. Pero el mío, el de muchos, es este. Es en el que quise ser Montero, en el que quise ser Bennett, en el que aprendí de Quique Quintana cómo se dirige un equipo. Y, sobre todo, es el que siempre, siempre, aparece en mis sueños cuando alguna noche aún imagino que seré jugador profesional de baloncesto. Entonces, me despierto y descubro que estoy en el mundo real. Mi pelota está en un cajón deshinchada y las Adidas reposan desde hace años en el armario, pero yo hago una finta, busco un hueco ante un defensor imaginario y tiro desde el salón de mi casa, justo igual que si el parqué que piso todos los días antes de ir a trabajar tuviese un millón de tablillas puestas de canto.

10 comentarios:

  1. Señor Xurelo, me va a permitir usted el ataque de nostalgia ribadense.

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  2. Viva Ribadeo! hostias y con foto...

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  3. La foto era para que los pontevedreses se hicieran una idea de cómo era el sitio que describo.
    Y eso, que viva Ribadeo!

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  4. Siempre está bien hacerse un hombre en un pabellón.Eso sí, mejor con las cheerleaders que con John Amaechi.

    Curiosidad:Ha retirado las alusiones a Marca y As de la línea "Yogur con trocitos de fresa de la Central Lechera".
    Umm,¿Presiones de la conocida mafia mesetaria de la prensa de extrema madridista ?
    Un abrazo.

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  5. :DDDDDD
    Lo de Marca y As lo quité porque no me gustaba como quedaba, señor Porco Porco

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  6. Adrián, gracias por ese trocito de Ribadeo que no conozco, allí tengo familia y recuerdos. Un día hable de sus tascas y playas. Unha perta.

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  7. No es por nada pero parece una lonja.
    Fintar entre cajas de robaliza
    debe de curtir un huevo.....

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  8. Solo pude visitarml una vez, pero se de que hablas. Saludos desde Madrid y gracias.

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  9. Jugué 4 años en ribadeo en los años 90. Siendo de Luarca, me desplazaba de jueves a domingo por amor a este deporte. Pocos sitios se vivía igual el baloncesto como en ese pabellón.

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